El
campo debe defenderse por Juan José
Guaresti (nieto) ( versión escrita de la exposición brindada en la reunión del
Rotary Club de Buenos Aires que se celebró en el Plaza Hotel, el día 21 de
Enero de 2015 a las 13 horas).
Queridos amigos:
Leon Trotzky sostenía que una
pequeña fuerza insurreccional podía, si se adueñaba de los resortes del poder
de una sociedad, dominarla por entero y terminar con la propiedad privada de
los medios de producción. Esa fuerza debía estar muy bien organizada, carecer
de escrúpulos y actuar despiadada y letalmente. Trotzky puso en ejecución sus
ideas en la ciudad de San Petersburgo en 1917, tomó las usinas, los bancos, los
medios de comunicación y de transporte, se adueñó de los cuarteles, ocupó las
fuentes de agua, etc, etc…y se apoderó de Rusia. Los partidos políticos y la
prensa libre dejaron de existir. Sus hechos hicieron escuela y sus mas aventajados
discípulos fueron Mussolini, Hitler y
otros dictadores que aplicaron con matices propios las enseñanzas de Trotzky. Finalmente,
esas doctrinas mezcla de fascismo, demagogia y marxismo, llegaron a la Argentina. En nuestra Patria el
4 de Junio de 1943 se produjo un golpe de Estado perfectamente organizado de clara
raíz fascista. El nuevo gobierno clausuró los partidos políticos lo mismo que
el Congreso Nacional y coartó la libertad de prensa. Muchos líderes de distinta
extracción política fueron encarcelados o tuvieron que exilarse como Antonio
Santamarina, conservador,Santiago Nudelman radical o Alfredo Palacios,
socialista.
Este nuevo gobierno era una
versión criolla de la dictadura de Mussolini que pretendía terminar con las libertades que
habían permitido llevar a cabo el “milagro argentino” Esas libertades habían
posibilitado crear en un par de generaciones, una nación respetada en el mundo,
en un territorio donde anteriormente poco había que fuera civilizado. El golpe
de Estado de 1943 tenía un rasgo singular que se mantuvo mientras gozó del
poder, que heredaron sus continuadores y
que constituyó un elemento distintivo: Ese gobierno despótico odiaba a quienes
vivían del campo, quienes pasaron a ser denominados “oligarquía vacuna” y dejaron
de ser llamados hacendados y productores
agropecuarios para ser el objeto de toda clase de ataques y denuestos. Se
instaló un aparato de difusión que hizo del campo uno de los blancos favoritos
de una prédica insidiosa que lo hacía aparecer como el origen de los males
argentinos.
El gobierno instalado por la fuerza el 4 de
Junio de 1943 heredó las cuantiosas riquezas acumuladas en oro y créditos durante
la II guerra mundial por gobernantes probos y dignos, y, entre otras obras
públicas vinculadas al agro, recibió una extensa y eficiente red ferroviaria de
unos 45.000 kilómetros de extensión-que en una buena parte o sean unos 12.000
kilómetros- era de propiedad del Estado Argentino, y carreteras que se
empezaron a construir en 1932 a un ritmo impresionante. Todo ello abarataba enviar
a los puertos y lugares de consumo la producción agropecuaria. A partir del 4
de Junio de 1943 y sobre todo con el
advenimiento del gobierno elegido en Febrero de 1946 que era la
continuación de la Revolución fascista
de 1943, el ataque contra el campo se hizo mucho mas evidente: Se disminuyeron
los precios que remuneraban la producción al par que se atacó a la propiedad de
la tierra mediante leyes de alquileres que literalmente despojaban a los
propietarios. La doctrina fascista-trotzquista que enarbolaban sus líderes no
tolera la propiedad privada de los medios de producción porque ella es el
fundamento de la libertad del hombre. Cuatro años mas tarde las riquezas
mencionadas habían sido dilapidadas por la mala administración de funcionarios
incompetentes por decir lo menos, los ferrocarriles habían entrado en franca
decadencia, las carreteras no se construían al
ritmo de antaño y en lo que concierne a la producción agropecuaria había
descendido al extremo que faltaba trigo y a la harina se la tenía que “estirar”
mezclándola con mijo. El autobastecimiento de los combustibles, meta que se la
consideraba cercana a fines de la década de los años 30, no fue posible ni en
los años 40 ni 50 y originó una factura elevadísima que se pagó en términos de
subdesarrollo y pobreza.
Como
era la Argentina antes del fascismo y despues:
En los años previos a la revolución
fascista de 1943, entre los partidos
principales que eran el radical, el conservador, el socialista y la
democracia progresista había disidencias importantes pero había también
coincidencias fundamentales: En lo político todos apoyaban la Constitución de
1853, la división de los poderes, la existencia de partidos políticos, la
libertad de prensa, la justicia independiente, la probidad de los funcionarios
políticos, y que los partidos y los hombres no se perpetuaran en el poder. En aquella época nadie dudaba que el campo era
una base fundamental de la vida argentina que había que cuidar y estimular. La
opinión pública argentina sabía que su riqueza agrícola ganadera era esencial para
conseguir las divisas que requería su desenvolvimiento y las exigencias de la
industria nacional que se estaba desarrollando muy enérgicamente al extremo que
en 1933 el producto bruto industrial había alcanzado al producto bruto
agropecuario. El golpe bestial a la propiedad privada de los medios de producción y la demolición
de la riqueza agropecuaria está en el corazón de la prédica fascista que
se introdujo en nuestro medio desde 1943
además de la inflación que era su inevitable consecuencia. La inflación es un
impuesto disimulado que gravitó especialmente sobre el campo porque en nombre
de doctrinas económicas indefendibles, por un lado se emitía moneda para pagar
gastos del Estado que no tenían justificación posible y por la otra fijaron el
tipo de cambio para el agro de manera que por sus productos le daban el equivalente
en pesos de pocos dólares.
El precio barato que se había
fijado a la producción agropecuaria ayudaba a contener la inflación….sobre la
base que las consecuencias de esta
última las pagaba el agro argentino. Por su trigo, su carne, su vino, su maíz, sus
manzanas, su trigo, su lino u otros frutos
de la tierra, al agro les daban- y les dan- pocos pesos, mientras los distintos
gobiernos desde hacen muchos años venden
esos productos en dólares en los mercados mundiales a los valores reales,
quedándose con la diferencia para dilapidarla a su antojo. Por último debemos
señalar que en el ámbito institucional, en el período inaugurado en Junio de
1946 se destituyó a la Corte Suprema primero
y a muchos otros jueces de Tribunales de
menor rango después, y, entre otros actos de neto corte fascista, se permitió
la reelección del Primer mandatario. La independencia del Poder Judicial se transformó en un
recuerdo de la perdida República cuyas instituciones esenciales fueron
destruidas.
EL
CAMPO NO RESPONDIO-O tal vez no pudo
hacerlo-AL ATAQUE DEL QUE ERA VÍCTIMA: PARECERÍA QUE EN REALIDAD TODAVÍA NO SE HA DADO CUENTA CLARA
Y PLENAMENTE QUE EL “SISTEMA” DE PRECIOS
DE SU PRODUCCION SE SUSTENTA EN EL
“DEDO” DEL FUNCIONARIO PÚBLICO Y NO EN LA OFERTA Y LA DEMANDA MUNDIALES.
Ante aquella ofensiva contra
el campo que tenía origen en la negación de las instituciones de la Constitución
de 1853 por la corriente fascista-trotzquista
introducida en 1943, los productores debieron organizarse contra ella, pero no
lo hicieron, o no pudieron hacerlo, en la dimensión debida. No enfrentaron la
realidad como lo hicieron sus colegas productores de otras naciones, para
combatir aquellas ideas y esas prédicas que erosionaron los principios que
permitieron transformar al desierto que era la Argentina, en una nación que se
sentaba de igual a igual con las mas importantes de la tierra.
Los hombres de campo trabajan
como poseídos “tranqueras adentro” pero aún
no se han percatado, hablando en términos generales, que lo
que los gobiernos les pagan arbitrariamente a los productores como fruto de su
esfuerzo, es mucho menos que los precios reales que surgen de la oferta y la demanda en los
mercados mundiales. El hombre de campo todavía no se ha dado cuenta cabal que cuanto
mas ingenio y capacidad técnica exhiba, cuanto mas produzca, lo que obtenga le servirá para mantenerse y
nada mas, porque la idea fascista trotzquista en boga es que no tenga
utilidades y que estas queden en manos del gobierno. Las denominadas “retenciones” es el nombre con el cuál se disimula una
verdadera exacción ilegal que tiene como beneficiarios a empleados públicos de
escasas aptitudes que ingresaron a sus cargos simplemente por “acomodo”, o, también,
favorecer a quiénes utilizan productos agropecuarios como insumos, o
realizar gastos públicos mas
o menos disparatados. El hombre de campo debe defenderse trabajando también
“tranqueras afuera”, en la difícil arena de la opinión pública.
SI LOS PROPIETARIOS RURALES Y
TODOS AQUELLOS QUE VIVEN DEL CAMPO QUIEREN SEGUIR SIENDO DUEÑOS DE SU PROPIEDAD, DEBEN ORGANIZARSE PARA DEFENDERLA CON TANTA
EFICIENCIA COMO TUVIERON SUS ADVERSARIOS PARA DEMOLER LAS INSTITUCIONES
REPUBLICANAS ARGENTINAS.
Quienes obtienen sus medios
de vida del campo, sean propietarios rurales o les suministren servicios o
maquinarias o lo que fuera, deben asumir la realidad y unirse férreamente para
defenderse sobre la base que sin esa unión, individualmente no valen nada. Deben
sacar una parte de lo poco que les deja su
establecimiento para contratar periodistas, audiciones de radio y televisión,
estudios jurídicos y contables, hacer reuniones públicas permanentemente,
buscar líderes de valor sanmartiniano, y mostrar a los productores y a quienes no lo sean, que el
campo es un pilar fundamental del desarrollo argentino. No debe quedar duda ninguna
en cada pueblo y en cada distrito, que quienes quieran acceder a una representación política de la índole que
fuera, deberán atender a los productores
agropecuarios, como a quiénes están vinculados al agro de cualquier manera que
sea, escuchar sus reclamos y
constituirse en sus defensores.
Los productores se han
transformado en la Argentina en verdaderos siervos que aparentemente son propietarios
de un pedazo de tierra, pero a quiénes gobiernos de corte trotzquista-fascista están
despojando de su propiedad mediante simples resoluciones administrativas,
trabas burocráticas o, entre otras hazañas, demoliendo los ferrocarriles que fueron
un medio de transporte, barato y seguro para el agro y que virtualmente no
existen mas. Tenemos que reaccionar contra estas doctrinas y conductas que nos
han llevado al descrédito internacional y a perder la confianza en nosotros
mismos. El campo debe defenderse con idéntico valor que tuvieron varios miles
de argentinos que atravesaron los Andes primero para asegurar su independencia,
y enfrentaron y dominaron después la soledad y el desierto y que ofrecieron siempre
la libertad a todos como guía y enseña de paz y de progreso.