miércoles, 19 de noviembre de 2014

El campo debe defenderse II

El campo debe defenderse II

julio 12, 2012
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Los productores agropecuarios argentinos han puesto normalmente el énfasis en la calidad y la cantidad de lo que obtienen de la tierra; pero prácticamente no han tenido en cuenta que la utilidad que obtienen del riesgo que corren el capital y el esfuerzo invertidos esta estrechamente unida a la política y la ideología del partido gobernante. En esta materia los productores argentinos no se han percatado que en nuestra patria hay sectores que por razones que esta pluma desconoce, literalmente consideran que el campo es una fuente inagotable de riquezas pasibles de ser sustraídas a sus propietarios sin por ello afectar a la comunidad ni destruir fundamento alguno de la civilización. Esa cornucopia de la fortuna puede ser -para esos vocingleros grupos- exprimida sin tasa ni medida porque dan por sentado que los productores están atados a la tierra como otrora los agricultores a los designios del señor feudal y, en consecuencia, pueden aplicarles impuestos confiscatorios porque sus víctimas no tienen mas remedio que pagarlos. En su ignorancia -o en su mala fe- esta gente sostiene que los frutos del suelo tienen escaso valor agregado y que recién se crea ese valor con su transformación industrial. Parece mentira que quienes esto sostienen no hayan tomado en su vida una semilla que prácticamente nada pesa y visualmente nada significa pero que plantada y cuidada adecuadamente, seis o siete meses mas tarde genera un fruto que vale cien veces mas. El “valor agregado” por el labrador tiene una dimensión colosal pero existen personas que afectan no darse cuenta que la conjunción de la obra de la naturaleza y del esfuerzo humano rinde beneficios grandísimos. La sociedad de los hombres se viste, se alimenta, se cura y puede reproducirse gracias a esa fértil unión.
Lo malo es que mientras el mundo globalizado necesita, cada vez mas gozar de aquellos frutos de la naturaleza que la ciencia ha permitido multiplicar en un grado desconocido pocos años atrás, se ha desplomado sobre nuestra Patria un aluvión de voces foráneas al campo, despreciando a los hacedores de ese milagro de expandir la frontera de la producción. Esas voces son la avanzada de gente decididas a todo, decisión que incluye no sólo quedarse con los frutos del amor a la tierra de sus esforzados propietarios sino directamente con el suelo fertilizado por su labor. El impresionante desarrollo de la agricultura y la ganadería argentinas de los últimos veinte años, no ha exaltado en algunos la admiración que se les debe a sus autores por haberse sobrepuesto a dificultades inmensas. Entre ellas se encuentran en primerísimo grado, impuestos que no tienen racionalidad alguna porque no se usan para hacer obras que beneficien a la comunidad. El colmo arribó cuando se impidió la exportación de la producción de trigo luego de haber desencadenado una política inepta que impidió la producción de 12.000.000 de terneros.
¿CUÁNTO LE QUEDA A UN PRODUCTOR DE SOJA?
La “retención” que se le hace a quién siembra soja alcanza al 35% del producto que se exporta, lo que ocurre en su mayor parte. Esta “retención”, que es lisa y llanamente un tributo a los bienes producidos, hace bajar su precio en el mercado interno en una cifra similar. Pero allí no termina el despojo: El tipo de cambio o sea el precio del dólar en términos de pesos ha sido fijado en una cifra que no tiene relación con la realidad de los precios locales, que por lo menos desde 2006 se han acrecentado notablemente. La moneda argentina se ha desvalorizado, en grado sumo, en lo que concierne a su poder de compra de los bienes y de los servicios que se ofrecen internamente, pero el precio del dólar se lo ha mantenido retrasado artificialmente respecto de su paridad real…aunque se ha prohibido que se lo adquiera, a ningún precio.
La soja no se la pagan al productor al valor internacional vigente en todos los mercados del mundo, sino al valor establecido por el estado, o sea a 4,55% pesos por dólar cuando vale por lo menos un 25% más. También le “retienen” ese 25%… que luego desaparece. NO queda en obras y servicios para el pueblo. Se desvanece. No vamos a hablar de otros impuestos nacionales, provinciales o municipales porque no hace falta mencionarlos a los efectos del propósito de este trabajo: Convencer a los productores agropecuarios que esto lean, que sin dejar de buscar la excelencia en sus actividades, como siempre lo han hecho, van a tener que gastar algún dinero y algunas energías en hacer ver a la población del país que desalentar la producción agropecuaria mediante impuestos irracionales, trámites y obstáculos burocráticos, es lisa y llanamente atentar contra la comunidad argentina. Esa política es hija de una prédica contraria al interés nacional que debe ser contrarrestada.
QUÉ DEBEMOS HACER
Todos los productores agropecuarios que deseen autoconvocarse así como los dirigentes de las organizaciones que los nuclean, deben reunirse en actos a realizarse en todos los pueblos y ciudades del país, con el objeto de informar a la población para que se entere de lo que está ocurriendo con la política agropecuaria y la influencia que tienen sus desatinos en el empobrecimiento general. Esa política nos está desalojando de los mercados mundiales, está llevándonos a la pérdida de fuentes de trabajo legítimas por cierre de las empresas que requieren de la producción agropecuaria, y generando la presente inflación que demuele los ingresos del pueblo argentino. Esa inflación tiene origen en gastos públicos injustificables amen de una política energética que nos ha llevado a comprar en otros países combustibles y energía a precios elevadísimos esencial para el desenvolvimiento de una sociedad moderna. No se puede aguardar mas porque si se pierde el tiempo y no se explica a los conciudadanos lo que pasa, el incendio se va a propagar incontrolablemente. No se puede permitir que se sigan destruyendo mas empleos ni empresas cerradas por falta de insumos como tampoco se admite pagar impuestos confiscatorios que finalmente benefician a funcionarios que llegaron a la función pública sin un cobre y ahora hacen obscenas exhibiciones de riqueza.
Es necesario también contratar espacios en los medios de información y decir en ellos estas verdades sencillas que todo el mundo va a entender. Cada peso que se gaste en establecer mejor comunicación con las personas ajenas al agro con el objeto que se enteren de que forma son perjudicados por la actitud antiagro, va a multiplicarse innúmeras veces en una mejor situación para todos, trabajen o no en el campo o para el campo. Las dificultades de la hora presente pueden solucionarse con solo cambiar el rumbo que nos ha llevado a ellas. De idéntica manera que en el ejemplo de la semilla que obra mas arriba, en poco tiempo podemos transformar la realidad de la carencia de empleos dignos o de niños desnutridos en el país de la carne, la leche y el trigo, y hacer que la planta de la verdad se extienda sobre la escena argentina. Desde su espléndida lozanía, se obrará la cura milagrosa por todos anhelada.
En todos estos actos, en las comunicaciones que se hagan, no puede haber un solo grito, ni una injuria, ni un gesto de desprecio o de desdén para nadie. Solamente debe campear el espíritu de tarea cívica, de labor docente que desea incorporar a la sabiduría popular lo que realmente pasa y de exigencia a los funcionarios para que escuchen la voz del pueblo. Y debe recordarse a todos que, como dijera Eduardo Olivera, “Cultivar el suelo es servir a la Patria”.
Juan José Guaresti (nieto

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