miércoles, 19 de noviembre de 2014

¿Sabe por quién va a votar?

¿Sabe por quién va a votar?

agosto 7, 2013
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Juan Jose Guaresti (nieto)Las elecciones próximas posan acuciantes dilemas sobre quienes van a resolver con su voto el destino que pretenden para la Nación, porque, en lo que concierne a los diputados nacionales y a los legisladores provinciales o municipales toda vez que se elijan en base a listas, los electores van a votar literalmente a ciegas, en la mayoría de las oportunidades. Sabrán quiénes son, a lo sumo, los que encabezan las listas. Las supuestas internas del domingo venidero, en la mayoría de los casos son una mera encuesta obligatoria para saber como van a votar los ciudadanos, encuesta cuyo gasto colosal no se justifica, aunque va dar una tendencia de cómo va a votar el electorado. No se trata de una elección definitiva, la que tendrá lugar recién el 27 de octubre próximo.
Desde hace muchos años y con contadas excepciones, como la elección que en 1904 en la Capital de la República permitió elegir a Alfredo Palacios, los representantes son votados por los ciudadanos según listas previamente decididas por los partidos políticos en los cuales figuran uno o quizás dos nombres con figuración pública al tope de la nómina y el resto, normalmente, son ilustres desconocidos para la mayoría. El método electoral de la elección de 1904 implicó dividir la ciudad de Buenos Aires en distintos distritos en donde solamente se elegía a un solo candidato por partido. Ese sistema donde quién era candidato tenía que competir con otros candidatos para ganar la voluntad de quiénes sabían perfectamente quiénes eran los postulantes como sabían quiénes eran sus adversarios, nació de la inspiración de Joaquín V. González, Ministro del Interior del General Julio Argentino Roca.
En el sistema actual el ciudadano deposita en la urna la boleta que le proporciona cada partido en la cuál se incluyen tantos candidatos como puestos a cubrir existan. Con la boleta así confeccionada, los ciudadanos directamente está sufragando por personas que no han visto nunca, cuyos antecedentes ignoran, de quienes no sabe qué es lo que piensan y a los cuales probablemente no vuelva a ver.
No representan a nadie ni nadie sabe quiénes son y lo que es peor, debilitan a los partidos. Estos se forman y se fortalecen cuando el público los conoce por haberlos visto actuar en un determinado espacio geográfico, sabe cuánto valen y cuanto puede esperarse de ellos. La idea de la República como gobierno del pueblo, para el pueblo, por el pueblo requiere que los partidos elijan sus dirigentes entre quienes tienen mas aceptación entre la gente del espacio geográfico donde actúen. El acto comicial es un instrumento de gobierno que tenemos los ciudadanos que no puede esgrimirse a favor de personas cuando estos son ilustres desconocidos. En el sistema de listas sábanas los candidatos saben que deben exclusivamente su banca a los partidos de donde provienen y no al prestigio que hayan conquistado en los habitantes de su distrito. Dicho más crudamente, a las máquinas electorales internas que los ungieron o, peor aún, al dedo de algún gran elector y no al pueblo al que supuestamente representan. El resultado está a la vista y es, precisamente, la negación de la democracia representativa, porque quienes así obtuvieron su cargo de legisladores se sienten deudores de esas máquinas electorales y no del pueblo que realmente les dio su mandato. No es esta la manera de crear partidos políticos sólidos que descansan en la argamasa de la voluntad popular. La crisis de nuestros partidos es precisamente una crisis de representación.
Sí, en cambio, como ocurre en los países anglosajones o en Chile, sin ir más lejos, y en otras naciones, cada ciudadano votara por un solo candidato, sea representante nacional, provincial o municipal, en un determinado ámbito territorial, no tendría más remedio que acordarse de sus electores cuando llegue el momento de votar o meramente acudir a las sesiones de las comisiones o de la Cámara y defender sus intereses. Además todos lo conocerían.
También se vería obligado el representante elegido en esa circunscripción electoral, a la cual solamente él representa, a atender las peticiones y los deseos de sus habitantes. Estos, a la par, podrían ejercer un mejor control de lo que hace o no hace aquel a quien han enviado al cuerpo deliberativo de que se trate.
Lo que la democracia pretende es que los elegidos para ejercer el gobierno se acuerden de la gente, no solamente en las vísperas de los comicios, sino que en todo momento sepan que su cargo tiene exclusiva razón de ser en el servicio que presten a la comunidad y no en la disciplina partidaria.
Hace unos años el autor de la nota entrevistó acompañando a jóvenes dirigentes estudiantiles argentinos al senador por el de Massachussets Edward Kennedy, quien dijo, entre otras cosas, que el grueso de su tiempo estaba dedicado a contestar las cartas y llamados telefónicos de sus electores, que protestan o aplaudían, según el caso, el sentido de lo que él votaba o decía. Algo así es impensable en nuestro medio, porque los parlamentarios, muchas veces, no piensan que le deben su sitial a nadie que no sea de algún “dedo” mas o menos importante.
El voto “sábana”, o sea por listas imposibilita la relación política que debe existir entre electores y elegidos e impide al pueblo valorar a quienes van a tomar las decisiones que a él le interesan, así como verificar al concreto cumplimiento de sus deberes constitucionales.

Reforma Urgente

Urge una reforma electoral que democratice la vida política argentina, tanto en lo nacional como en lo provincial y aún en las municipalidades, profundizando la vinculación entre el elegido y la posibilidad de que el pueblo sea escuchado por quienes tienen la obligación de hacerlo, de manera que las quejas justificadas sean resueltas antes de que las crisis lleguen a su paroxismo.
Muchas de las revueltas que han sacudido a la historia han ocurrido porque, lisa y llanamente, no se hicieron a tiempo cambios necesarios que hubieran morigerado violencias latentes. Los legisladores nacionales, provinciales o municipales, en la medida en que sean absolutamente conscientes en hacer de correas de transmisión de inquietudes populares y sean no menos conscientes, por el origen de su designación, de que sus vecinos de carne y hueso cotidianamente les puedan pedir rendición de cuentas de su gestión, serán verdaderamente agentes de una nueva aurora para la democracia argentina.
Juan José Guaresti (nieto

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