miércoles, 19 de noviembre de 2014

El campo vertebrado

El campo vertebrado

septiembre 17, 2013
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Juan Jose Guaresti (nieto)(Carta abierta al Presidente de la Sociedad Rural Argentina)
Buenos Aires, 17 de septiembre de 2013.
Señor Presidente de la Sociedad Rural Argentina
Dr. Luis Etchevehere
Presente
De mi mayor consideración:
Su discurso en la inauguración de la Exposición Rural del día 27 de Julio de 2013 estableció una fecha augural de un cambio en la actitud del campo ante la apropiación indebida de los frutos del esfuerzo de los productores agropecuarios que gobiernos de distinto signo llevaron a cabo durante los últimos setenta años. Sus palabras fueron las más valientes y ajustadas a la realidad que se escucharon en este largo período de olvido de lo que el campo significa para nuestra nación. Interpretaron lo que pensamos todos aquellos que de una manera u otra estamos vinculados a la labor agropecuaria. En mi caso, que soy un pequeño productor ganadero y agricultor solo en cuanto produzco alimento para el ganado que crío y engordo, he visto el video de su exposición varias veces, la que también he leído por lo menos otras tantas. Su coraje, el arrojo con que se ha lanzado a la palestra pública sin vacilación y sin miedo, han sido el ejemplo que me anima a dirigirme a Ud. y expresarle lo que pienso y siento.
Ud. le habló al gobierno y le dijo la verdad. De ello no cabe duda, pero parece que no ha sido escuchado desde las esferas gubernativas. Muchos tenemos la convicción que en lo que concierne a la presente administración, sus palabras se perdieron en el aire de aquella tarde inolvidable. No les interesó en lo mas mínimo. El agro ni siquiera fue invitado a la reunión realizada poco después en Río Gallegos a la que se convocó a algunos empresarios, sindicalistas y periodistas. Es muy probable, empero, que le hayan hecho un favor al campo con ese desaire porque aquella convocatoria a tres mil kilómetros de distancia del domicilio y lugar habitual de los negocios de quienes asistieron, no les sirvió para nada.
El campo carece de importancia a la hora de trazar las políticas que le atañen porque no tiene una organización funcionando en todo el país que le brinde la influencia precisamente política que debe tener. Como no tiene poder político el campo no ha sido otra cosa para los gobernantes, con democracia o sin ella, que un sector que sirve maravillosamente porque carece de la aptitud para reaccionar, para aplicarle impuestos que rinden mucho al erario público y gabelas menos evidentes como es el tipo de cambio atrasado que también le rinde sumas colosales. De esta forma se le quitan sin graves quejas, el fruto de las cualidades de excepción que tienen la mayoría de los que obtienen su sustento del agro. El campo es un gigante dormido que no está consciente de su poder para defenderse y constituirse en una formidable palanca para defender al país de una política suicida. Cuando se alude en esta nota a los que realizan tareas agropecuarias, no se hace el distingo entre quienes trabajan directamente la tierra porque sean sus dueños o porque colaboren con ellos. Se comprende en lo que aquí consideramos campo a quienes son propietarios o dependientes de un frigorífico o de una usina láctea o fabrican o venden implementos agrícolas como ser tractores o arados, fertilizantes o semillas o quiénes los asesoran como ingenieros agrónomos, veterinarios o técnicos o los transportan desde o hacia las tranqueras o las puertas de la fábrica. También son campo los que transforman la soja o el maíz en combustible y en subproductos para el agro. Todos ellos están siendo perjudicados por dislate tras dislate de funcionarios ignorantes que están perjudicando a pueblos y ciudades cuya vida comercial e industrial está directamente vinculada al agro, como hay miles en el país. Cuando los chacareros no obtienen utilidades o las usinas lácteas se funden o los frigoríficos se cierran o las fábricas o los comerciantes no venden, es una catástrofe para las poblaciones cercanas. Estamos contemplando una situación desoladora en general, en la cual, para poner algunos ejemplos, cientos de tambos se cierran o vaquillonas de espléndida calidad se venden a $ 10 el kilo con 6o días de plazo para pagarlas o no hay dinero para sembrar ni voluntad de hacerlo por temor a las arbitrarias disposiciones oficiales. Esto significa que existe un mal muy extendido cuyo origen debemos combatir. Hay una decisión política que ha resuelto que los precios para el agro deben ser bajísimos independientemente de lo que digan u ocurra en los mercados mundiales o en las circunstancias locales. No es la ley de la oferta y la demanda la que maneja la economía agropecuaria. Es la interferencia en el mercado de funcionarios sin experiencia alguna que abrigan resentimientos injustificados o directamente odian al agro, quienes adoptan esas decisiones que en el corto plazo son ruinosas y, tomando un periodo mas extenso, han terminado por hacer de la nuestra una nación que no paga sus deudas, no porque no pueda honrarlas poniendo en producción sus formidables fuentes de riqueza, sino porque lisa y llanamente le han hecho perder el respeto de sí misma.
Las mencionadas políticas tienen su causa en una prédica malévola como incansable que ha degradado la imagen del campo en la opinión pública, ora diciendo que sus dependientes son explotados por sus empleadores, que las ganancias de éstos son inmensas, que la mano de obra que emplean es ínfima como fuente de trabajo o que para participar en la riesgosa aventura agropecuaria se necesita escasa preparación, pobres conocimientos y bajo nivel intelectual. Esa prédica, malvada y mendaz, está originada en un recóndito hontanar: La voluntad solapada de algunos de terminar con la propiedad privada de los medios de producción. El productor rural es, por definición, una persona libre, que no le pide permiso a nadie para pensar y tomar decisiones, que requiere de la libertad de producir, vender o comprar y moverse de un lugar a otro dentro y fuera del territorio nacional, tanto como del aire que respira. El agro es y será siempre un baluarte de la libertad, una de cuyas condiciones es la posibilidad de ser propietario de la casa que habita o del pedazo de tierra del que obtiene su sustento. Es por esa razón que Stalin, ese monstruo que manchó de terror y de sangre las páginas de la Historia, fusiló 10.000.000 de terratenientes para poder instalar sobre sus restos una de las más espantosas tiranías que haya conocido el género humano.
Señor presidente: Ud. dijo en su exposición que “Quedarse con las utilidades del productor, apoderarse de lo que ganó con su riesgo, su capital y su trabajo, pone en peligro la producción y la mesa de los argentinos”. Ud. tiene razón. Es así, señor presidente, pero también es más que eso. Es una forma indirecta de apoderarse del capital del campo en la amplia definición que le damos al campo en estas líneas. Un bien de renta que no la produce o, que, por el contrario, da pérdida, no vale nada o vale muy poco. Es la antesala de la venta a precio vil de los inmuebles rurales para que el estado o los amigos del poder se queden por monedas con la propiedad de productores desesperados. A eso vamos…si no nos defendemos. Las trabas burocráticas que hoy frenan de todas maneras la labor agraria y la inducida descapitalización de sus propietarios es una forma mas sutil y pacífica que la brutal agresión estaliniana… pero no menos eficiente para alcanzar el propósito perseguido.
Estamos ante una política que lleva a la demolición de la propiedad privada de los medios de producción… de todos ellos, y no sólo del campo. Cuando a las empresas extranjeras no se les permite enviar sus utilidades a sus casas matrices, no es porque no haya divisas o no se las pueda conseguir, incentivando por ejemplo la producción agropecuaria. Se está degradando la rentabilidad de esas empresas para que se desalienten y se vayan como se fueron los 85.000.000 millones de dólares a los que aludió el señor presidente en su discurso. Ahora ha aparecido otro nuevo impuesto sobre la rentabilidad empresaria, de manera que se va ajustando gradualmente el dogal que aprieta el cuello de la empresa libre.

EL CAMPO VERTEBRADO

Cuando hay una política como la que es dable advertir, ha llegado la hora de organizar una política de signo contrario. Su discurso, Sr. presidente, debe continuar con miles, decenas de miles de discursos como el que Ud. virtiera. Sus palabras, que han mostrado sus condiciones de liderazgo, deben ser seguidas por otras suyas y de otros dirigentes agropecuarios. Deben ser dichas casa por casa, pueblo por pueblo, en cada plaza, en todas partes, todas las veces que se pueda. Debe organizarse en cada villa, en cada ciudad un grupo que proclame en nombre de la Mesa de Enlace estas verdades evidentes por sí mismas: Cada uno de nosotros tiene derecho a una justicia imparcial, a recoger el resultado de su trabajo, a gozar y disfrutar de su, a vivir con seguridad y sin miedo. Cada habitante de esta gran Nación debe convencerse que ahora no están en juego las utilidades de los establecimientos donde trabaja, sino la existencia de éstos . A fuerza de aceptar pasivamente mentiras y relatos que tuercen deliberadamente la siniestra realidad, vamos a perderlo todo incluido el bien mas preciado por los argentinos que es la libertad. Todo lo que nos pasa se debe a que no tenemos una organización de alcance nacional y ubicada en cada pueblo que sea como las vértebras en el cuerpo humano y que sirvan como columnas para sostener la colosal dimensión política de este gigante dormido que es el campo y que no termina de despertar. Imagínese, Sr. Presidente, si en cada conglomerado urbano de los muchos miles que hay en el inmenso territorio argentino, hubieran otras tantas Mesas de Enlace que explicaran sin acritud, con razones, con la olímpica fortaleza que tiene quien dice la verdad, que la política que se ha desencadenado va a dejar sin pan, sin leche, sin carne y sin trabajo a millones de argentinos. Deberían mostrar, también, el rol fundamental que tiene el agro en la vida de la Nación y en el bienestar de sus hijos y en la solución del acuciante problema de decenas de miles de carenciados que lo están porque en el país que puede producir alimentos de soberbia calidad y en cantidad suficiente, funcionarios ineptos no han podido terminar con sobrecogedores bolsones de hambre y de atraso. Esas Mesas de Enlace serán las vértebras que sostendrían aquellas verdades evidentes. Se podría transformar, de esta manera, la perspectiva actual de un desastre colectivo, en la alegría de una visión de mejora para todos. Solamente es necesario que valerosos líderes como Ud., sus pares de la Sociedad Rural Argentina y sus colegas de las demás organizaciones rurales acompañados por productores que puedan colaborar, se dediquen a despertar a un gigante dormido para que salga a defender sus derechos y a reivindicar la idea que esta es una República consagrada a garantizar la libertad de los habitantes de este suelo y la esperanza humana
Permítame despedirme, saludándolo como saludo en su persona a los corajudos dirigentes de las distintas agrupaciones agrarias, con las palabras finales de su histórico discurso: ¡Nadie es mas que nadie, frente a la Constitución Argentina!
Juan José Guaresti (nieto

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