miércoles, 19 de noviembre de 2014

Nuestro gobierno sigue “combatiendo al capital”

Nuestro gobierno sigue “combatiendo al capital”

mayo 31, 2014
By 
Juan Jose Guaresti (nieto)
En distintos medios y ámbitos se discute intensamente si conviene aumentar la tasa de interés para bajar el precio de la divisa extranjera en términos de pesos o hacer lo opuesto por el efecto estimulante que la reducción de los intereses tiene sobre los actores en el campo económico. Se supone que si se reducen los intereses el público comprará mas bienes a crédito y los inversores se sentirán mas tentados a arriesgar sus capitales en mas inversiones.
Nos parece que este debate entre el precio del dólar en sus distintas variantes, y la caída o el aumento de la actividad económica, oscurecen la verdad de lo que está ocurriendo y delimita un escenario donde faltan sus verdaderos protagonistas y los actos que nos condujeron a la desconfianza actual en la moneda argentina y en su futuro.
En los últimos doce años, como en buena parte de los años precedentes a partir del 4 de Junio de 1943 la Argentina se dedicó a dilapidar evidentes oportunidades que tuvo para crecer y alcanzar el horizonte de grandeza al que parecía “condenado”. El fin de la II guerra mundial en 1945 encontró a nuestra Patria en el pináculo de su riqueza, con cuantiosas reservas en lingotes de oro y siendo acreedora de países realmente importantes. Cuatro años después ya tenía problemas económicos y un par de años mas tarde importaba trigo o tenía que mezclarlo con mijo para que alcanzara para toda la población. ¿Que es lo que había ocurrido? Es bastante sencillo comprenderlo: Como dice cierta canción que aún se la entona, un sector de la población estimulada por el gobierno estuvo “combatiendo al capital”, pese a que ese capital le era imprescindible para ganarse la vida o tener un empleo o curarse o transportarse o en una palabra, progresar. Si el hombre primitivo hubiera pensado igual y luego de pulir alguna piedra para ayudarse a cazar los animales que le servían de alimento, se hubiera dedicado a destruirla, hoy seguiría en la caverna o continuaría durmiendo colgado de los árboles.
Esa teoría de “combatir al capital” sigue en boga, haciendo su obra destructiva moral y material de privarnos de su concurso para realizar una política de crecimiento como la llevada a cabo hasta la fatídica fecha mencionada. A fines de 2002 los precios de muchos de nuestros productos subieron notablemente en los mercados mundiales y el precio de las monedas extranjeras favoreció notablemente la exportación de muchos productos nacionales lo que permitió recibir millonarias cantidades de divisas extranjeras. En lugar de cancelar deudas como la que se tenía contraída desde años atrás con el denominado Club de Paris, el gobierno prefirió no pagarla. Ahora ha llegado a un arreglo cuyos detalles todavía se ignoran al que hay que contabilizarle, por lo menos, los muchos años perdidos por el descrédito que acarreaba tener esa deuda impaga y el encarecimiento que ocasionó en los costos argentinos. Lo mismo ocurre con otras deudas que continúan sin pagarse dentro y fuera del país. Nadie sensato procede así. Si tienen con que hacerlo, las personas honestas cancelan sus deudas y, de paso, se hacen fama de ser individuos o gobernantes dignos de crédito. Si no tienen con que afrontar las deudas, adoptan las modificaciones que haya que hacer en su política, para aumentar la eficiencia de su sociedad y salir de la pobreza.
Con los acreedores argentinos y extranjeros titulares de la colosal deuda externa conseguida para mantener artificialmente la convertibilidad y la jubilación privada en la década del 90, cuando esa deuda cayó en la imposibilidad de pagarla por la política económica que se seguía, se procedió de igual manera. En lugar de obtener una moratoria para el pago y durante ese lapso de gracia, alentar las exportaciones, atraer mas turistas y desde luego inversiones nacionales y extranjeras, se fijaron a los acreedores condiciones ruinosas que consiguieron hacer caer mas el valor de los títulos argentinos que estaba en cesación de pagos. Esa política de cortas miras atrajo la atención de los inversores que revolotean buscando oportunidades para comprar deuda de países ricos como el nuestro que pueden pagar pero que no lo hacen por estar mal gobernados. Esos fondos -coloquialmente denominados “buitre”- compraron por muy poco, deuda argentina pensando que tarde o temprano, iban a terminar cobrando.
Quienes nos gobernaban eligieron tomar el camino del descrédito, en lugar de afirmar la determinación nacional de conservar, como su más preciado tesoro, su buen nombre y fama proponiendo un acuerdo honroso para salir de la cesación de pagos, que respetara el legítimo derecho de los acreedores. Aquel era nuestro gran capital.
Al mismo tiempo, se despojó de parte de sus ahorros a los ahorristas argentinos que depositaron dólares en los bancos ubicados en el país, en lugar de obligar a aquellos, la mayoría de los cuáles eran casas financieras extranjeras, a pagar la totalidad de lo que debían. Esos bancos no solamente podían hacerlo sino que habían sido los causantes de sus propias dificultades por haber prestado los dólares que sus clientes les confiaron, a empresas y personas físicas que no ganaban en dólares. Nuestros gobernantes le hicieron pagar a los ahorristas argentinos las consecuencias de los errores garrafales cometidos por la banca extranjera.
A los efectos de reducir la deuda pública el Estado Nacional a partir de fines de 1997 cometió-y esta cometiendo-una estafa de singular envergadura: Multiplica la deuda que surge de sentencias judiciales impecables por un coeficiente inferior a la unidad y paga el resultante de esa operación ilegal, que es, desde luego inferior a lo debido. De esa manera ha conseguido engañar a decenas de miles de acreedores que confiaron en su honorabilidad.
El nuevo gobierno constitucional inaugurado en 2003 siguió “combatiendo al capital” y gastando a manos llenas en actividades de dudosa legalidad y conveniencia, dándole a la población la falsa impresión que habría bienestar para siempre, sin hacer nada. Se llenó a la administración pública de empleados y se crearon “planes trabajar” que tenían el resultado de “no trabajar”. Por un lado se demostró a la población que ahorrar era riesgoso y por el otro que trabajar y ganar el pan con el sudor de la frente, no era conveniente. No es creíble que esta política engendrara confianza en quienes la llevaban a cabo.
Los hechos relatados condujeron a un alza de precios perfectamente conjurable si se cambiaba de política, pero se eligió falsificar el sistema estadístico que medía el nivel de precios y otros rasgos de la economía, lo que tenía doble “ventaja”: Por una parte se fabricaba un argumento para calmar la angustia de la población y por la otra se pagaba menos de lo que se les debía a los acreedores que aceptaron bonos que se indexaban según el índice de precios. Primero se robó a los inversores mediante un “arreglo” leonino y más tarde se los estafó con el manipuleo de la estadística. Los autores de tamaño desatino eran tan ignorantes que no se dieron cuenta que si se falsificaba el índice de precios, haciéndolo aparentar que los precios eran más bajos que los reales, era inevitable por las leyes de la economía, que el crecimiento económico apareciera mayor que el real. Puede verse nuestro trabajo aparecido en el “Informador Público ” El crecimiento a tasas chinas también es falso” del 8 de Junio de 2012.
Esa alza de precios era impelida por la creación lisa y llana de moneda porque había que afrontar el déficit fiscal que alcanzó a alturas portentosas pese a que los impuestos crecieron notablemente. Cada día hay mas moneda en plaza pero el país no crece de manera que sobra dinero y faltan bienes. Para detener el alza de precios no se les ocurrió idea mejor a nuestros imaginativos gobernantes que dejar estancado el precio del dólar, utilizando las reservas del Banco Central para hacer frente a la demanda. Cuando la marea compradora de divisas se hizo indetenible, tuvieron otra idea ingeniosa: Le prohibieron a las empresas extranjeras girar sus utilidades al exterior a sus casas matrices, que es lo mismo que poner un cartel a la entrada de la República Argentina que dijera. “Aquí se combate al capital extranjero”.
Como impedir la entrega de esas utilidades no era bastante, apareció otra ocurrencia genial: Detener las importaciones todo lo que se pudiera. Si se paralizaban las industrias, no les causaba molestia alguna. En lugar de alentar las exportaciones de trigo, leche, carne, y muchos otros bienes que tienen asegurada su colocación en el exterior para obtener divisas genuinas, prefirieron obstaculizar el desenvolvimiento de la marcha de las empresas. Las explotaciones agropecuarias actualmente están padeciendo de lo lindo porque por que exportan, les pagan una miseria y, además, las denominadas “retenciones” y otras gabelas les impiden obtener utilidades. Muchas de aquellas están trabajando directamente a pérdida.
Podría decirse muchas cosas mas, pero lo expresado deja en claro que la canción aludida al comienzo, en una de cuyas estrofas se lee “combatiendo al capital”, continúa en vigencia. La Argentina se ha descapitalizado no solo porque prácticamente se quedó sin ferrocarriles, o no ha hecho las inversiones que requieren obras públicas imprescindibles, sino porque la calidad de su educación ha retrocedido en los últimos 71 años. Mejor no hablemos de la moral de sus gobernantes y la envergadura de sus funcionarios. Ese capital ha sido gravemente deteriorado.

¿ESTO SE PUEDE ARREGLAR?

No hay duda que sí.
Es relativamente sencillo: con solo imitar a los hombres y mujeres que hicieron grande a NUESTRA PATRIA e incorporar a su genio creador los avances que el mundo ha realizado en estos últimos 71años, se encaminaría esta nación a destinos mejores. Claro que habría que dejar de cantar “…combatiendo al capital” e invitar a la población a cuidar del CAPITAL que tenemos y hacerlo más grande para que todos pudiéramos gozar de aquel. Necesitamos construir una nación de propietarios que pueden ahorrar y mejorar su condición por su esfuerzo. Obviamente serán necesarios protagonistas competentes para encarar esta gran tarea y no quienes nos han llevado al presente y ROTUNDO fracaso.

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