miércoles, 19 de noviembre de 2014

El campo debe defenderse

El campo debe defenderse

junio 30, 2012
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Disertación de Juan José Guaresti (nieto) en la reunión del Grupo CREA de Ameghino-Villegas el día 21 de junio de 2012.
Los productores agropecuarios argentinos han soportado durante muchos años que gobiernos de distinto signo gravaran el fruto de su esfuerzo con toda clase de impuestos, algunos cuidadosamente disimulados con el nombre de “retenciones”. Ese nombre esta destinado a confundir porque las “retenciones” son lisa y llanamente impuestos a la producción. Existen otras gabelas que caen sobre el agro, no menos disimuladas, como la subvaluación del precio del dólar en el mercado argentino, con el objeto de camuflar la inflación originada por el mismo Estado por subvenciones indefendibles, designaciones de empleados y funcionarios sin idoneidad, conocimiento y experiencia para desempeñar el cargo para el cual los nombran; o políticas suicidas como la llevada a cabo por el actual gobierno durante diez años, desalentando la producción de electricidad, gas y petróleo que ahora deben ser importados a un costo sideral. No menos suicida ha sido la degradación de la justicia y la policía, instrumentos esenciales del gobierno de la sociedad, sin los cuales es imposible el ejercicio tranquilo y fecundo de la acción humana. Además, el Estado no devuelve al contribuyente, sea agropecuario o no lo sea, los tributos que les cobra en obras y servicios de calidad. Buena parte de la inmensa masa de impuestos cobrados se pierde irremisiblemente en vericuetos administrativos o costos carísimos, sin beneficio para la comunidad.
Partiendo de los hechos que acabamos de reseñar, vamos a concentrarnos solamente en lo que concierne a la producción “tranqueras afuera” de los establecimientos agropecuarios. En consecuencia, el análisis de la labor dentro del campo no va a formar parte de esta exposición, que solamente tratará en una primera etapa de ordenar conocimientos respecto de lo que les pasa “tranqueras afuera” a los frutos obtenidos por Uds. hasta que llegan al comprador. Esto no implica que olvidemos que merece admiración el hecho que los productores argentinos puedan obtener resultados tan grandes en medio de tantos obstáculos. Vamos a pasar revista en esta exposición a los costos del transporte de aquellos frutos, a los impuestos que los gravan, a la moneda con la cual les pagan y al clima económico social que tiene el país respecto del agro. En la segunda y final etapa de esta charla, efectuaremos una propuesta de acción concreta para mejorar el rendimiento moral y material que reciben quiénes trabajan en el agro y por el agro, sean empresarios, profesionales o trabajadores en relación de dependencia. El estudio de esos cuatro aspectos a los cuáles nos vamos a referir, tiene el objetivo de establecer las dificultades a superar y desde luego el rumbo que debemos adoptar para enfrentar las adversidades que hoy jalonan la senda del campo. Partimos del supuesto que cultivar la tierra es servir a la Patria y que la República Argentina no es lo que debe ser, entre otras razones, porque se ha entorpecido servir a la Patria extrayendo de su suelo, todas las posibilidades que encierra su ubérrimo seno.
Antes de entrar en ese análisis, debe quedar asentado como uno de las columnas sobre la que descansa nuestro razonamiento, que el productor agropecuario es siempre tomador de los precios del mercado.
NO PUEDE INFLUIR EN MANERA ALGUNA EN ÉSTOS, NI PARA BAJARLOS NI PARA SUBIRLOS. LA PARTICIPACIÓN DE CUALQUIER PRODUCTOR QUE OBTIENE FRUTOS TRADICIONALES COMO CARNE, LECHE Y CEREALES EN LA MEDIDA EN QUE ÉSTOS SEAN INDIFERENCIADOS, O SEA CARNE, LECHE Y CEREALES SIN TRATAMIENTO INDUSTRIAL ULTERIOR, SIMPLEMENTE ES MUY PEQUEÑA Y NO INFLUYE EN EL PRECIO GENERAL DEL MERCADO. NO HAY DUDA QUE EN UN REMATE DE GANADO EN PIE O YA FAENADO, EL PRECIO QUE PUEDE RECIBIR UN DETERMINADO PRODUCTOR POR UNA CANTIDAD PEQUEÑA DE ANIMALES PUEDE SER ALGO MEJOR QUE EL DEL RESTO, PERO NUNCA VA A DETERMINAR APRECIABLEMENTE EL PRECIO GENERAL.
Los productores agropecuarios no pueden disminuir lo que producen para influir en el precio que reciben. Están laborando permanentemente para poder alcanzar a los costos de lo que utilizan, costos que tampoco están en condiciones de discutir, salvo en muy modesta medida.
1) EL TRANSPORTE DE LOS FRUTOS DEL CAMPO:
Los productores agropecuarios rara vez reflexionan ni menos plantean los costos desde su tranquera hasta el lugar de entrega de lo que producen, ni siquiera hacen en forma orgánica el estudio de por qué pagan lo que pagan en concepto de transporte, que es tan alto en la cuenta final de lo que realmente reciben. La mirada del productor, normalmente hablando, se fija en el precio de venta, pero no se ha detenido a reflexionar que el precio del transporte está condicionado por carreteras en mal estado, mal vigiladas, con riesgos de distinta índole, lo que a su vez acrecienta el precio de
los seguros y el desgaste del vehículo. Hablamos ciertamente del camión, que como nadie ignora, es el medio de comunicación más caro, con más accidentes, más fácil de robar y más contaminante de todos, lo que incide también en el costo del transporte. El ferrocarril, que en el último tramo del siglo XIX y en 1os primeros 50 años del siglo XX dominó el mercado de cargas, ha virtualmente desparecido. La red del caballo de hierro tenía en Argentina unos 45.000 km. de vías, que cuando se vendieron al Estado Argentino en 1948 ya habían casi sobrepasado su vida útil. Desde ese año no se han construido más que unos pocos kilómetros de vías y se han degradado, destruido o directamente levantado unos 40.000 kilómetros de las mismas. La República de la India que se independizó de Gran Bretaña más o menos en la misma época en que la Argentina compró los ferrocarriles a los ingleses, tenía 53.000 Km. de vías férreas, o sea, no mucho más que nosotros. En lugar de destrozar al ferrocarril ellos lo conservaron y montaron una soberbia industria para fabricar locomotoras, vagones y todo lo que requiere un ferrocarril para funcionar al mismo tiempo como un medio de transporte importantísimo de carga y de personas en condiciones muy económicas. Proporcionaron trabajos dignos a cientos de miles de hindúes, y en la parte que nos ocupa, acercaron los puertos y lugares de consumo a la producción. Los productores agropecuarios tienen que comprender dos cosas: que trabajan para aumentar la oferta de lo que producen, pero como son tomadores de los precios que les pagan, al aumentar la oferta, hacen bajar los precios de sus productos. En segundo lugar, deben tener en cuenta que se ha contemplado el negocio agropecuario muchas veces con interés demagógico, con cortedad de miras, y que los productores han sido mostrados, maliciosamente, como si tuvieran intereses contrapuestos con la sociedad.
2) LOS TRIBUTOS:
Existen dos principales impuestos que se los disimula cuidadosamente: a)las denominadas “retenciones”, que son posiblemente el principal impuesto que pagan y b)la inflación. Las denominadas “retenciones” son un impuesto liso y llano a la producción. Este tipo de imposición es condenado por la doctrina tributaria porque desalienta a la producción, no contempla a las situaciones personales y porque se paga haya o no utilidades. Los impuestos justos y científicamente aceptados son aquellos que no destruyen la riqueza del contribuyente. A las “retenciones” se las trata de camuflar como si fueran un impuesto a la exportación, porque se pagan cuando se envía la mercadería fuera del país y el encargado de recaudarlo es el exportador, pero el que lo paga realmente es el productor. Si ese impuesto no estuviera, el exportador pagaría al productor el precio internacional menos el flete y los seguros; pero como el impuesto está, el exportador cobra a su comprador el precio internacional menos el seguro y el flete, pero retiene ese impuesto y lo ingresa al fisco. El saldo es lo que le entrega al productor. Ese impuesto colosal lo pagan los productores de las provincias que producen cereales, que por ende, reducen lo que aquellos pueden gastar en sus lugares de origen, y los fiscos municipales y provinciales reciben menos dinero.
El segundo “impuesto” es la inflación. Los productores trabajan “a futuro”, o sea que adelantan dinero hoy y lo recobran meses o años mas tarde. Lo que reciben, lo reciben licuado por la inflación, y lo que tienen que guardar, para poder pagar los gastos hasta que reciben el precio de su producción, se los achica la inflación.
Pero lo más grave de los tributos ni siquiera es esto. Lo peor es que su dinero es malgastado en cualquier cosa. No se lo devuelven ni en obras ni en servicios.
La imposición en Francia es alta, pero con seguridad se le devuelve al contribuyente francés muchos más que lo que se le entrega al contribuyente argentino. En Francia hay otro control sobre los gastos. Aquí hay muy poco, si es que hay algún contralor eficiente. Los políticos franceses no terminan su carrera tan ricos como muchos de los nuestros.
3) EL ESTADO FIJA EL PRECIO DE LAS DIVISAS EXTRANJERAS Y EL PRODUCTOR RECIBE ESE PRECIO Y NO EL REAL.
Desde hace mucho tiempo en la Argentina distintos gobiernos han manipulado el valor del dólar en términos de pesos y han sobrevaluado (como ahora) la moneda argentina por distintos motivos. Utilizan la sobrevaluación del peso para que no suban los precios internos, o sea los precios de los alimentos, que son precisamente los que produce el agro. También utilizan la sobrevaluación cambiaria para que el dólar valga poco y poder así comprar dólares baratos para pagar las deudas que no puede pagar con los medios lógicos, que es el superávit fiscal. Como se ha tirado el dinero en subsidios, mala administración o precios altos que han beneficiado a funcionarios públicos que ostentan patrimonios inusitadamente altos, no alcanza para tener el superávit fiscal necesario para comprar los dólares en el mercado de cambios. En consecuencia, se mantiene bajo el tipo de cambio, con lo cual los precios de los productos agrícolas no son pagados al precio internacional y los productores agrícolas subsidian injustamente a toda la comunidad.
Así ha ocurrido con la tablita de Martínez de Hoz, la convertibilidad de Cavallo y ahora con el dólar de C. Kirchner.
Lamentablemente, los productores agrícolas no han protestado por lo que les pasa.
4) EL AMBIENTE ECONÓMICO SOCIAL:
Desde hacen unos 70 años comenzó una prédica contra el agro y contra los propietarios de la tierra, pintando a éstos como si fueran patrones feudales y sus trabajadores poco menos que esclavos. Por supuesto obviando la labor que se realizó para refinar y mejorar los campos, los ganados y las mieses, y las posibilidades que brindó este país a nativos y extranjeros para acceder a la propiedad de la tierra como así también a los bienes de la cultura, sin olvidar el conocimiento que otorgaron escuelas abiertas al pueblo sin preguntarle al educando de donde venía ni quién era, fueron denostados por una propaganda maligna que sembró el odio donde había concordia. Se redujo la visión del agro a un lugar de explotación del hombre por el hombre, pese a que ningún productor bien nacido descuida jamás a un dependiente que sea útil y honrado, ni ningún trabajador cabal vio cerrado para sí o para su descendencia la posibilidad de tener trabajo donde su padre lo hacía emanciparse y convertirse en propietario gracias a la educación impartida por la escuela pública.
Muchos eminentes médicos argentinos que alcanzaron posiciones cimeras en su profesión venían de familias modestas, algunas de las cuáles desempeñaban tareas humildes en explotaciones rurales, tareas que no les impidieron a sus hijos acudir a la universidad y descollar en ella. Sagarna, abogado, ministro de Educación pública y posteriormente Juez de la Suprema Corte de Justicia, era hijo de un obrero ferroviario. Expresiones como “oligarquía vacuna” y dislates como que la tierra argentina es tan fértil que basta depositar una semilla en el suelo para gozar luego de una espléndida cosecha, lo único que revela es el desconocimiento completo de quienes las profieren. La animosidad que se ha vertido durante tantos años contra el agro y sus protagonistas, ha llevado como corolario a que se considere que las exacciones arriba mencionadas, disimuladas con el nombre de impuestos, queden justificadas. A algunos les parece hasta lógico despojar a los terratenientes, ya que supuestamente ellos se están quedando con dineros mal habidos. Los hombres y mujeres del agro que perseveran, en medio de tantas acechanzas, forman parte de esa argentina secreta de la que habló Eduardo Mallea en “Historia de una pasión argentina”, que trabaja, lucha, se esfuerza, que se capacita silenciosamente, que hace lo mejor que puede todos los días, sin estridencias, sin reclamar nada y que es, en definitiva, la espina dorsal de esta Nación.
5) LA SOLUCIÓN ES LUCHAR TODOS LOS DÍAS EN LA ARENA PÚBLICA, TRATANDO DE MOSTRAR A LA POBLACIÓN QUE NADA SE PODRÁ HACER EN LA ARGENTINA DESTRUYENDO AL CAMPO.
El campo debe cambiar el lugar que malintencionados le han dado en la escena nacional de “gaucho malo”, origen de cuanto error ha habido en el país. Hasta se le atribuye haberse opuesto a la industrialización del país, pese a que se utilizaron desde muchos años atrás enseres y máquinas necesarias para la producción agrícola, originariamente importadas pero que fueron sustituidas en todo o en parte, por implementos argentinos, desde arados de disco hasta finalmente tractores y trilladoras. He visto en un viaje a España, realizado en 1975 en Castilla, trabajar con arados de mancera tirados por mulas o caballos, prácticas que en Argentina a la sazón eran desconocidas. El campo argentino fue muy innovador y aprendió rápidamente incorporando el alambrado, los molinos de viento, los tanques australianos, las razas ganaderas europeas, la alfalfa, las ovejas, las semillas de calidad, etc., etc. Tuvo ferrocarriles antes que nadie en América del Sud. Hoy en día la siembra directa ha introducido una verdadera revolución agrícola, que solamente tiene par con la innovación genética que se está realizando. Es el proveedor número uno en nuestro país de divisas extranjeras por medio de recursos renovables y no de industrias extractivas que se agotan por el solo transcurso de la explotación. Todo esto se hace sin créditos, sin policía, sin justicia, sin subsidios, aplastados por impuestos disparatados, con carreteras en pésimo estado y con ferrocarriles que directamente no funcionan. Esa victoria de todos los días contra la adversidad demuestra la idoneidad de quiénes trabajan en el campo. Se debe tomar conciencia del monto abrumador de los impuestos más o menos disimulados que se pagan, y exigir que cada boleta que documente la venta de un producto agropecuario, debe informarle al productor lo que paga de impuesto, para que todos tomen conciencia de lo que el agro contribuye a las arcas fiscales, incluyendo la sobrevaluación cambiaria. El agro tiene que comprender que debe bajar a la arena pública a explicar que hace, por qué lo hace y todo lo que su esforzada e inteligente labor beneficia a la comunidad. El agro tiene que buscar amigos y líderes en todos los estratos sociales que sepan lo que ocurre y lo transmitan a su vez, tiene que tener audiciones de radio y de televisión, debe utilizar los mismos medios con los cuales se falsea la verdad para demostrar fehacientemente su contribución colosal a la economía del país, y defender el hecho incontrastable que la propiedad privada de los medios de producción hizo el milagro argentino de transformar, en menos de dos generaciones, un desierto en una formidable y generosa nación. El agro tiene que hacer política, no desde de los partidos, sino desde las totalidades, de la hermandad agraria para con todos los argentinos para que erguidos sobre este suelo bendecido por la acción humana podamos repetir juntos la frase inmortal de Eduardo Olivera: “Cultivar el suelo es servir a la Patria”.
Juan José Guaresti (n

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